Empoderar
Hace rato que toda suerte de inservibles, vivillos y otras
alimañas usan el verbo “empoderar”.
Llegó a la coronación cuando la Cínica Mayor comenzó a
utilizarlo en sus sucesivas e interminables cadenas.
Habilitó así el uso y abuso de toda suerte de alcahuetes
desparramados por todas las dependencias gubernamentales y entes autónomos,
comunicadores, olfas y pseudoperiodistas televisivos. En ningún caso explicando
bien de qué se trata.
Es un concepto autoritario por el cual el poder es de quien
gobierna y “baja” a quien el gobernante, según su capricho, elige. El poderoso (el gobernante) le “da” poder al postergado, al infeliz, al impotente.
Es tirar al tacho de la basura nuestra Constitución y nuestra
historia como Nación libre que echó a patadas el ejército del Rey.
Así que acá va un breve análisis.
Hace unas décadas los yanquis comenzaron a hablar de “empowerment”.
Primero utilizado en la jerga empresarial y de las escuelas de administración
de empresas.
Toda la literatura de administración nace de la organización
militar, vertical por naturaleza. Sólo recién en los últimos años comenzaron a
hablar de estructuras horizontales, responsabilidades matriciales, forzados por
la aparición de las empresas de software, que necesitan un esquema de autoridad
diferente.
Toda organización vertical debe resolver cuánta capacidad de
decisión delega y cuánta se toma centralizada. Y se delega la ejecución pero no
la responsabilidad. Lo cual requiere entonces una estructura de control. Son
dilemas de la administración.
Pero en una empresa es claro. El poder es de los accionistas,
el Directorio, el Gerente General. La teoría administrativa debate cuánto puede
decidir una sucursal en Estambul. De eso se trata. El poder baja desde la
cúspide a las gerencias intermedias. Cuánto y cómo, se ha discutido por años.
Yendo al castellano, esto lo tomaron los “progres” españoles,
complacientes con la oligarquía española y funcionales en sus maniobras
distractivas. A cambio de este servicio recibieron miles y miles de puestos
públicos como asistentes sociales, sociólogos, comunicadores para “observatorios”,
“mesas de ayuda” y otros engendros. Para distraer a la población y llenar los
medios de comunicación, hicieron marchas del orgullo gay o que no maten demasiadas
mujeres por día. Los dueños de España dejaron que los “progre”, “intelectuales”
se apropiaran de millones de euros fraudulentamente subsidiando películas nunca
hechas (es uno de infinitos ejemplos), mientras que los que gobernaban el país lo
vaciaron.
Como muestra, el Estado le dio € 4.000.000.000 a Bankia,
mientras desahuciaban a miles de españoles.
Al mismo tiempo, los “progre” españoles realizaban un
festival post porno. Muy conveniente.
Y se llenaron la boca de “empoderar”.
No podía no progresar en nuestras tierras.
¿Qué dicen estos parásitos conducidos por la Cínica Mayor?
Que ellos “empoderan”. Que ellos dan poder a X. Que los gobernantes o sus
empleados con una medida ministerial le “dan” poder a un ciudadano.
Es una visión monárquica absoluta. Según este criterio, el gobernante tiene el poder, y le da un poquitito a quien se le canta, según su
divina gracia.
Pero he aquí que nosotros somos un pueblo libre y soberano. Nadie
me puede dar poder porque yo lo tengo, en tanto soy parte del Pueblo de la
Nación Argentina.
Y brevemente, por períodos acotados, y con una enorme
cantidad de restricciones, se lo delego a tal o cual gobernante.
El gobernante no tiene ningún poder para dar en una
república. A nadie. Porque no le pertenece. Es un simple mandatario, que recibe
mandatos, que es mandado. ¿Por quién? Por sus mandantes. Nosotros. El pueblo
soberano.
Así que es todo blabletería para engrupir a los brutos o a
quienes reciben alguna prebenda y aplauden cualquier cosa mientras cobren.
El Jesuita Francisco Suárez fue el mejor expositor de la
teoría de que el pueblo es soberano, es el verdadero poderoso, y que delega en
gobernantes su poder temporariamente en busca de paz y administración.
Recomiendo leer a Juan Carlos Chiaramonte, quien trató el tema en varios de sus
libros.
Juan Bautista Alberdi sostenía que la Libertad produce en el
hombre de a pie la angustia de la responsabilidad y por eso añora la monarquía
absoluta, donde no debía decidir. Y al morir el Antiguo Régimen, se volcaba
hacia el socialismo. Lo vio con 100 años de antelación.
Conclusión: saquen arando a cualquiera que quiera usar el
verbo “empoderar”. Nadie puede dar lo que no le pertenece. Nadie necesita
recibir lo que por derecho es suyo, y lo garantiza la Constitución.
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