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lunes, 14 de marzo de 2016

Población IV

Población – Energía - Logística

Industria Nacional, SXIX.

Población – Parte IV

Los post anteriores se pueden leer aquí:

Desde la Revolución de Mayo hasta el derrocamiento de Yrigoyen


Uriburu derroca al Presidente Yrigoyen.

Durante los años que van desde que nos liberamos del monopolio comercial colonial hasta el golpe de estado que implantó el dirigismo en 1930, el motor del crecimiento poblacional del litoral fue el rédito por la exportación de cueros, carne, lana y posteriormente cereales; el comercio de importación, como puerto de entrada para su posterior distribución por el resto del país, y el presupuesto nacional.
El presupuesto nacional se utilizó para contratar gente, que sólo parcialmente fue distribuida por todo el país (Fuerzas Armadas y Educación) pero con burocracia mayormente concentrada en Buenos Aires (empleados ministeriales), y la construcción de edificios públicos, que se hicieron en todo el país (Escuelas Palacio y regimientos), pero también con su mayor concentración en la Capital Federal.
La riqueza agropecuaria financió el crecimiento de toda el área pampeana, en particular PBA, Santa Fe, la Mesopotamia, y la Conquista del Desierto. Se comentó aquí.
La zona cordillerana exportó a Chile y proveyó a la zona pampeana.

Vista aérea del Puerto de Buenos Aires, 1925.

Gran parte de los enormes ingresos que provocó la exportación se reinvirtieron en infraestructura: ferrocarriles, puertos, telégrafos.

Tren a Santiago del Estero, 1933.
El fenómeno de grandes ingresos se replicó en toda Sudamérica, producto de los altos precios de los productos de exportación, los que eran la consecuencia de una Europa cada vez más rica y demandante.
Lo que sí fue único en Argentina, y por eso se diferenció del resto del sucontinente, es cómo los gobernantes decidieron invertir el dinero excedente.
Boleto 1872.
Mientras en el resto de Sudamérica, los ingresos de la venta de cobre, estaño, caucho, piedras preciosas, hierro, café, cáñamo se destinó a la riqueza personal de una minoría y a los aparatos de represión para tener mayorías subyugadas, en nuestro país, se aplicó a la generación de una infraestructura de las más modernas del mundo, a la integración del país y las economías regionales (como el negocio del azúcar), a la mejora de la educación y salud de la población – única en el subcontinente y una de las pocas en el mundo – y a la profesionalización de las fuerzas armadas y la policía federal.

Escuela Normal La Rioja, 1905.

Entendieron que hacía falta un Estado para la Nación Argentina[1]. Soñaban con una República Argentina líder mundial, imposible sin un pueblo educado.
Este esfuerzo se logró a pesar de que se trató de un Estado con pocos recursos: impuestos relativamente bajos, con un único origen, la Aduana. Sin embargo, por decisión de sus dirigentes, una prioridad fue la educación masiva. Tenía dos objetivos, mejorar la calidad de la mano de obra, única vía para generar riqueza e integrar a la población, tanto criolla como inmigrante. Fue una señal de amor y respeto. Todo lo contrario a una postura oligárquica, como pretenden sus detractores. Prueba de ello son las Escuela Palacio[2]. Una postura oligárquica tomaron las élites bolivianas o brasileñas, sumiendo a la población en la ignorancia o la miseria. Pero no aquí. O no para la totalidad de la población, al menos.
Sea como fuere, el dinero del erario nacional se gastó en infraestructura y en edificios del Estado, repartidos por todo el país, pero principalmente en Buenos Aires, lo que generó fuertes demandas de mano de obra en el rubro construcciones y en particular, por la calidad de las mismas, artesanos especializados, muy bien pagos.
Así se llega a la distribución del país del censo de 1914.

Censo 1914.

La capital ya contaba con un quinto del total de la población. Y la zona agroganadera (PBA rural+Santa Fe+ER+Corrientes), contaba con el 42% de la población del país.
La Argentina agroexportadora terminó con una población del 74% del total en la pampa húmeda.

Industria Nacional en la Argentina Agroexportadora. Rigolleau 1908.
Industrias Águila. Chocolates.
Es una falacia que el modelo agroexportador no tuviera industria. Muy por el contrario, con una política de aranceles bajos y apertura comercial internacional en la Argentina nació una industria fuerte y sustentable. De alimentos (Bagley, Molinos Río de la Plata), de maquinaria agrícola, puntera mundial. Una industria metalmecánica en expansión. Fábrica de ladrillos, tejas y materiales de construcción. La capacitación de la mano de obra la hizo el ferrocarril, con sus talleres, de repación y mantenimiento primero y de construcción después. Muebles (Gath&Chaves era un gran demandante de muebles de industria nacional)[3].

O curiosidades, como la fábrica de sombreros en Ensenada, fundada en 1902, que empleaba a miles de trabajadores (Basso Imperatori y Compañía). 
Los pseudoindustriales prebendarios sostienen que la industria nació con el proteccionismo, para sostener su mentira de la necesidad de recibir dinero del Estado. Pero es una falacia. 

La crisis mundial de 1930 y el derrocamiento de Yrigoyen
El golpe del ’30 fue un quiebre en la historia argentina en más de un sentido. Fue el nacimiento del intervencionismo estatal y el abandono de la Constitución Nacional (que nunca más volvería a regir, aún hasta hoy) y de los principios que generaron un país rico. Y no fueron los desheredados, los pobres, los que dieron este golpe de gracia a nuestra república, sino una parte de la clase dirigente, por diversas razones.
Descripción del quiebre en palabras del Profesor Dr. Jorge Ávila:
“Dos modelos han ordenado la economía argentina desde la Organización Nacional. El de Juan Bautista Alberdi, entre principios de la década del 1860 y principios de la década de 1930, y el de Federico Pinedo a partir de entonces"
Dr. Jorge Ávila, Antídotos contra el riesgo argentino, Buenos Aires, 2010. www.jorgeavilaopina.com
Para describir la crisis de 1930 y los efectos en la Argentina, transcribo las palabras de Tulio Halperín Donghi[4]:

"La Argentina y la tormenta del mundo", Tulio Halperín Donghi.

Había razones sobradas para que a partir de 1930 la salvaje contracción económica, y la progresiva paralización del comercio mundial que era una de sus consecuencias, invitasen a una mirada más crítica sobre la decisión de unir el destino de las tierras rioplatenses al de la economía atlántica en expansión, que a partir de 1809 les había deparado doce décadas de avances excepcionalmente sostenidos. Era una menos sorprendente que en ese paisaje de ruinas comenzara a parecer menos admirable la confianza de los padres fundadores en un futuro de prosperidad indefinidamente creciente, que los había animado a emprender el audaz y hasta ese momento exitoso experimento de ingeniería social cuyo fruto era la Argentina moderna.
Esa mirada más perpleja hacia el pasado reflejaba una actidud más general de la opinión argentina ante la crisis mundial desencadenada en 1929. En cuanto a la dimensión política de esa crisis, se interesaba más en su impacto global que en el que podía ejercer sobre un país que vivía una crisis mucho más casera, originada en la imposibilidad de cicatrizar las heridas infligidas a partir de septiembre de 1930 a su organización institucional. Respecto a la dimensión económica y social, en cambio, le preocupaba sobre todo lo que ella sugería acerca del lugar – que era cada vez más difícil seguir creyendo privilegiado – que la Argentina había sabido conquistar en la economía mundial.
El descubrimiento de que la crisis había apartado a la Argentina de la ruta ascendente seguida hasta entonces, sumado al temor de que en una economía mundial cercana al colapso fuese quizás imposible descubrir una ruta alternativa, invitaba a trazar un balance de lo logrado en la etapa dejadas atrás.

El cataclismo económico internacional de la crisis de 1930 tuvo su correlación local. Todos los sectores políticos que se sentían con su poder disminuido se aliaron para derrocar el gobierno de Yrigoyen.
La Corte Suprema convalidó el golpe de estado. A pesar de ello, el régimen de Uriburu nunca contó con la legitimación necesaria para funcionar correctamente y a dos años de asumir tuvo que efectuar un simulacro de elecciones.
El gobierno asumió con un plan económico y con un grupo de jóvenes profesionales que lo llevaron adelante. Se trató de Federico Pinedo y sus boys (Prebisch y otros).

Tapa de Caras y Caretas. Plan Prebisch.

Fundaron un sistema económico que está vigente aún hoy. Es un sistema reñido con la Constitución Nacional porque violenta el orden de toma de decisiones y el plan de fondeo del Estado. Son incongruentes el plan y la Constitución. Es ésta y no otra la razón por la cual la Constitución de 1853 nunca volvió a estar vigente plenamente desde 1930 a hoy.
La Corte Suprema de Justicia nunca más hizo respetar las garantías que la constitución protege. Aún hoy. La última prueba fue la confiscación de los plazos fijos en divisa y la autorización del cobro de retenciones sin ley del Congreso.
Y así fue desde 1930 a la fecha.

* * * 









[1] Tulio Halperín Donghi, “Una nación para el desierto argentino”, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires,  1982.
[2] De las que hablaremos en otro momento.
[3] Detalles de todas las industrias nacidas en el período 1880-1890 y que vivían prósperas hasta 1930 se detallan en Barsky, Osvaldo, Gelman, Jorge, “Historia del agro argentino – Desde la Conquista hasta fines del siglo XX”, Buenos Aires, 2001, ISBN 987-9397-21-5 y Liernur, Federico “Arquitectura en la Argentina del siglo XX: la construcción de la modernidad”, Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 2001, ISBN 950-9807-66-4   
[4] Halperín Donghi, Tulio, “La Argentina y la tormenta del mundo”, “Ideas e ideologías entre 1930 y 1945”, Siglo Veintiuno Editores Argentina, Buenos Aires, 2004, ISBN 987-1105-31-2, Capítulo 2 “Hacia una imagen alternativa de la experiencia histórica argentina”, pág. 51 y ss.

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